Parques en la Ciudad de México: Reflejo del cambio histórico, político y social de la ciudad y sus habitantes


Disclaimer: Escribi este texto hace dos años para una clase de la universidad. Mis opiniones respecto a este tema han ido cambiando y se han profundizado. Si bien el texto no es una representación de mis opiniones actuales, lo comparto por su caracter critico y reflexivo.

Introducción

Los cambios experimentados por los parques públicos de la ciudad de México son un reflejo de la compleja transformación que ha tenido la ciudad a lo largo del tiempo. Estos cambios han sido provocados por nuevas formas de gobierno y sus conflictos, avances en el pensamiento científico y filosófico, y transformaciones sociales. La ciudad ha crecido desde los aproximadamente 400,000 habitantes que vivían en la época de la llegada de los españoles, a los casi 21.9 millones que hoy enfrentamos el reto de vivir en esta, la región más transparente.

A simple vista los parques públicos son el último ejemplo en el que uno piensa al considerar los cambios en la Ciudad de México. Una mirada rápida a su transición demográfica o a sus actividades económicas podría resultar en una comprensión más fructifera de las heridas que provocaron las cicatrices en su tejido urbano. Después de todo, los cambios suceden primero en la mente de las personas–motivadas a transformar su entorno– más que en los espacio públicos.

Sin embargo, lugares como El Vaticano en Roma y las grandes pirámides de Giza demuestran que, aunque algunos sitios permanecen iguales por muchos siglos, no están exentos de la influencia de transformaciones históricas. De manera similar, los parques públicos en la Ciudad de México reflejan cambios significativos en su percepción y planificación a lo largo del tiempo, esta es la idea central que exploraremos en este trabajo.

Desarrollo Histórico

La naturaleza y los espacios públicos están presentes en México desde aquellos jardines aztecas que a los españoles enamoraron cuando a la ciudad de los lagos llegaron. Sin embargo, los parques urbanos no tomaron forma hasta el siglo 16.

En Inglaterra, los parques urbanos eran 'espacios verdes' privados dentro de las ciudades, y más tarde evolucionaron hacia parques públicos accesibles. Estos espacios se caracterizaban por su diseño naturalista, enfocado en la creación de paisajes pastoriles y bucólicos que ofrecían un escape del bullicio urbano.

Por otro lado, en Francia, los parques urbanos del siglo 16 se inspiraban en el formalismo y la grandiosidad. El Jardín del Luxemburgo en París, creado en 1612, es un ejemplo clásico de este enfoque.

Estos espacios se caracterizaban por su diseño riguroso y ornamental, con parterres cuidadosamente recortados, avenidas arboladas y fuentes monumentales. Los jardines franceses eran un reflejo del poder y la influencia, diseñados no solo para el disfrute público sino también para demostrar el control y el orden.

Estos diversos enfoques para el diseño de los parques urbanos influyeron en el concepto y funcionalidad de los espacios públicos en todo el mundo occidental, incluyendo México.

La Alameda, establecida en 1592 como celebración de la conquista española, es uno de los primeros parques de la ciudad de México. Inspirado en la Alameda de Hércules en Sevilla, España, servía como un espacio para el ocio de la aristocracia, diseñado con estos principios europeos de naturaleza y civilidad. La Alameda trascendió su poder recreativo y manifestaba la distinción entre clases y el orden social en México, un tema recurrente en la estructuración de los parques mexicanos. (Martínez 2020)

Esta percepción de los parques se mantuvo consistente en México hasta la época del Porfiriato, de la que hablaremos más adelante. Mientras tanto, había cambios en la forma de pensar en otras regiones del mundo que también provocaron transformaciones en cuanto a la visión de los parques y la ciudad misma. La Revolución Industrial condujo una transformación en Europa y América, dotando a las grandes urbes con servicios como drenaje, suministro de agua potable y sistemas de áreas verdes, como se puede ver en el trabajo de Frederick Law Olmsted en Estados Unidos (Flores, 2019).

Con el rápido movimiento rural a zonas urbanas, las ciudades se saturaron y el caos era constante. Los gobiernos veían a los parques creados en esta época como un medio para el control social de la clase trabajadora a través de la imposición de normas y valores. Su teoría era que, si promovían espacios verdes, la clase trabajadora querría participar en una recreación moralmente correcta en lugar de acudir a otras actividades más provocadoras como la protesta pública o el consumo en bares y tabernas. El diseño de los parques a menudo reflejaba este control, promoviendo la recreación pasiva– caminar– en lugar de promover actividades organizados o individuales, que pudieran ser más disruptivas. (Flores, 2019)

Estas ideas de transformación llegan a México durante el Porfiriato, en el que la planeación urbana paso por un cambio significativo en cuanto a la forma y función del espacio público. El periodo atestiguo un cambio de paradigma político hacia uno que priorizaba la modernidad, el progreso social, el desarrollo económico y la urbanización. (Martínez, 2020)

Con la llegada del pensamiento higienista se busca transformar las áreas verdes en espacios que simbolicen el progreso social. Es para esta tarea, para la que el ingeniero civil Miguel Ángel de Quevedo resulta un líder ideal, capaz de plantear diferentes estrategias para establecer áreas verdes desde un punto de vista cientifico-tecnico (Martínez, 2020). Quevedo propone un modelo higienista que asocia la expansión y construcción de parques en la ciudad con la calidad sanitaria y estética de la ciudad. Para lograr este cometido, las áreas verdes se modernizaron al estilo de los parques europeos, con energía eléctrica, columnas, estatuas, kioscos, bancas y elementos naturales como arboles y jardines.

La Revolución Mexicana marcó un punto de inflexión en la historia urbanística de México, propiciando un alejamiento de las visiones urbanas del Porfiriato y un retorno a las raíces culturales, valorando la conexión del mexicano con el campo. Esta época vio un esfuerzo por armonizar la vida urbana con la rural, adoptando nuevos modelos de planificación urbana.

Uno de los conceptos más innovadores fue el de la "ciudad jardín", ideado por Ebenezer Howard. Este modelo buscaba combinar lo mejor de ambos mundos: la tranquilidad y el espacio del campo junto con las oportunidades y servicios de la ciudad. Se caracterizaba por la integración de amplias áreas verdes, zonas residenciales y espacios para actividades comunitarias, todo interconectado de manera que se promoviera un estilo de vida saludable y equilibrado. (Álvarez, n.a.)

En México, este concepto influenció el desarrollo de zonas como la Condesa y Lomas de Chapultepec en la Ciudad de México. Estos barrios reflejaban la idea de la ciudad jardín a través de sus amplios bulevares, parques públicos y residencias rodeadas de jardines. La Condesa, en particular, fue diseñada para ser un oasis urbano, con calles arboladas, parques como el Parque México, y una estructura que promovía la convivencia vecinal y el contacto con la naturaleza. Por otro lado, Lomas de Chapultepec ofrecía un entorno más exclusivo, con grandes mansiones y calles que seguían el contorno natural del terreno, preservando el paisaje original y creando un ambiente de serenidad y distinción.

Ambos barrios se convirtieron en ejemplos destacados de cómo el urbanismo mexicano postrevolucionario intentó reconciliar los aspectos más atractivos de la vida rural con las ventajas de la ciudad, creando entornos que eran tanto estéticamente agradables como funcionalmente completos. Estos desarrollos representaron un cambio significativo respecto a las tendencias urbanísticas previas, marcando un nuevo capítulo en la historia de la planificación urbana en México.

Después de la Revolución Mexicana, los parques, jardines y plazas de la Ciudad de México se transformaron en escenarios clave para el fortalecimiento del discurso nacionalista.

Estos espacios públicos no solo se convirtieron en centros recreativos y estéticos, sino también en plataformas educativas y culturales. Ofrecían una variedad de actividades, como representaciones teatrales, que jugaban un papel importante en la educación cívica de los ciudadanos.

Las obras presentadas contribuían a la formación de una conciencia nacional y a la promoción de valores cívicos. Además, estos espacios se utilizaban para campañas de educación sanitaria, centradas en temas cruciales como la higiene personal, la salud pública y la prevención del abuso de sustancias, reflejando la preocupación creciente por el bienestar de la población. (Martínez, 2020)

Durante el siglo XXI, el gobierno del Distrito Federal, a través de su Secretaría del Medio Ambiente, emprendió un esfuerzo más estructurado y sistemático para administrar y desarrollar las áreas verdes urbanas.

Una de las iniciativas más importantes fue la creación de los primeros inventarios detallados de áreas verdes. Estos inventarios no solo proporcionaban un registro exhaustivo de los espacios existentes, sino que también servían como herramienta fundamental para guiar las políticas públicas destinadas a su mejora y expansión. El objetivo era no solo incrementar la cantidad de espacios verdes, sino también mejorar su calidad, accesibilidad y sustentabilidad.

Esta renovada atención hacia las áreas verdes refleja un cambio en la comprensión del gobierno sobre la importancia de los espacios públicos en el bienestar de los ciudadanos y en el desarrollo sostenible de la ciudad. Estas iniciativas representan un avance significativo hacia la creación de una ciudad más verde, más inclusiva y conectada con su entorno natural.

Concepción de parques públicos

Los parques públicos han trascendido su función primaria como meros espacios recreacionales. Se han convertido en testigos de la historia, la política y la vida social y económica de la ciudad. Su evolución refleja cambios en las ideologías y políticas urbanas a lo largo de la historia de la ciudad. En particular, de como han sido las transformaciones del concepto de ciudad conforme ha avanzado el tiempo y las implicaciones que esto ha tenido para la población que la habita.

Las filosofías y perspectivas alrededor de la planeación urbana para parques han evolucionado con el tiempo. Inicialmente, los parques urbanos eran vistos como espacios con un gran contraste al expansivo territorio urbano (Martínez, 2020). Ofrecían refugio de las construcciones, ofreciendo un lugar para la relajación y la contemplación de la naturaleza. Esta perspectiva los considera como oasis de calma y áreas verdes dentro del ruido y caos de la vida citadina.

Con el tiempo, su papel se ha expandido más allá de ser simples refugios. Ahora son vistos como cruciales para promover la cohesión social y la conservación de la biodiversidad dentro del espacio urbano.

El diseño urbano moderno se sustenta en principios provenientes del renacimiento y que encontraron en la Arquitectura y Urbanismo Neoclásico la capacidad de construir ciudades racionales que hicieran felices a sus habitantes (Flores, 2019), por lo que los parques no se consideran espacios neutros, inertes, sino que son arenas dinámicas, reflejo de interacciones complejas cuyo significado está permanentemente vinculado a un contexto histórico, económico, social y espacial particular.

En la actualidad, los parques urbanos han asumido un papel fundamental en diversas áreas clave, como la educación ambiental, la promoción de la cohesión social, la oferta de recreación y el mejoramiento de la salud pública.

Estos espacios verdes, considerados pulmones urbanos, no solo mejoran la calidad del aire, sino que también se han transformado en centros comunitarios vitales. Fomentan la interacción social y fortalecen el sentido de pertenencia entre los residentes, contribuyendo a la construcción de comunidades más unidas y resilientes. Además, los parques se han convertido en importantes plataformas para iniciativas educativas y culturales, brindando espacios para la expresión artística y promoviendo la conciencia sobre temas medioambientales y patrimoniales.

En el contexto de la planificación urbana contemporánea, los parques desempeñan un rol esencial en la atracción de personas hacia las ciudades. Espacios públicos bien diseñados y gestionados son clave para facilitar una variedad de actividades que enriquecen la vida urbana.

El modelo urbano actual enfatiza el papel del espacio público como un lugar de encuentro y convivencia, fomentando un ambiente urbano vibrante a través de actividades sociales y recreativas. Este enfoque busca crear espacios accesibles y utilizables para personas de todos los orígenes y estilos de vida, subrayando la importancia de la inclusión y la diversidad en el diseño urbano. (Flores, 2022)

Mirando hacia el futuro, los parques públicos de la Ciudad de México tienen el potencial de ser aún más integradores y sostenibles, adaptándose a las necesidades cambiantes de una población urbana en constante crecimiento y diversificación. Su desarrollo continuo puede proporcionar soluciones innovadoras a desafíos urbanos, desde el manejo del estrés hasta la promoción de estilos de vida saludables, estableciendo un modelo para ciudades en todo el mundo.

Para comprender la complejidad y dinamismo de los parques públicos en la Ciudad de México, resulta crucial considerar cómo estos espacios no solo reflejan, sino que también influyen en la estructura y psique de la ciudad. La comprensión de esta relación puede enriquecerse significativamente mediante el análisis de las ideas de Henri Lefebvre, plasmadas en su obra "La Producción del Espacio". Lefebvre argumenta que el espacio urbano, incluidos los parques, debe entenderse más allá de determinantes geográficos, climáticos o históricos, y ser visto como una realidad social formada tanto por relaciones y formas sociales como naturales. (Martínez, 2020)

Lefebvre propone una triada conceptual para explicar la producción del espacio: prácticas espaciales (espacio percibido), representaciones del espacio (espacio concebido) y espacios de representación (espacio vivido).

  1. Prácticas Espaciales (Espacio Percibido): Este aspecto se refiere al espacio físico y a las rutinas espaciales. Por ejemplo, en los parques públicos, el espacio percibido incluiría los senderos para caminar, las áreas de juegos infantiles y las bancas para descansar. Estos elementos físicos y cómo las personas los utilizan en su vida cotidiana conforman las prácticas espaciales.
  2. Representaciones del Espacio (Espacio Concebido): Esta dimensión aborda cómo el espacio es conceptualizado y planificado. Por ejemplo, un arquitecto o urbanista podría concebir un parque como un medio para mejorar la calidad del aire en un barrio, o como un espacio para eventos culturales. Estas concepciones influyen en cómo se diseña y estructura el parque, desde su distribución hasta la selección de plantas y equipamiento.
  3. Espacios de Representación (Espacio Vivido): Se refiere a cómo los individuos experimentan y dan significado al espacio basándose en sus propias experiencias y contextos culturales. Por ejemplo, para algunos, un parque puede ser un lugar de tranquilidad y conexión con la naturaleza, mientras que para otros podría ser un sitio de reunión social y celebración de festividades comunitarias.

El enfoque de Lefebvre permite entender los parques no solo como lugares físicamente diseñados, sino también como espacios que son conceptualizados mentalmente y experimentados emocionalmente. Los parques, entonces, no son solo espacios pasivos, sino entornos activos que reflejan y moldean la vida urbana. Su diseño, uso y significado están intrínsecamente ligados a la interacción dinámica entre el espacio físico, las ideas que los informan y las experiencias de quienes los habitan y disfrutan.

Reforma política y políticas sociales

Un análisis completo del espacio urbano requiere considerar el impacto significativo de las autoridades en su configuración. Gobierno y ciudadanos interactúan en un sistema que define la transformación y utilización del espacio urbano. El gobierno influye mediante reformas y políticas públicas, mientras que los ciudadanos contribuyen con su participación y el uso responsable de los bienes públicos.

Desde 1997, con la instauración de una jefatura de gobierno democráticamente electa en Ciudad de México, ha habido un cambio visible en la manera del gobierno de atender la política social.

Los gobiernos, considerados de izquierda han enfatizado políticas sociales, impactando en la planeación urbana y el manejo de los espacios públicos, incluyendo los parques. El rol del estado ha evolucionado para enfocarse en crear leyes y políticas publicas para la vivienda y el desarrollo urbano. Sin embargo, en su búsqueda por la renovación urbana, el gobierno ha adoptado políticas neoliberales que, aunque buscan el progreso, han tenido el efecto colateral de sacrificar la accesibilidad y calidad de los parques públicos, contribuyendo a la exacerbación de las desigualdades socioeconómicas.

Esta tendencia se ve reflejada en la distribución geográfica de los parques y su correlación con factores económicos; los parques en áreas más afluentes suelen estar mejor mantenidos que aquellos en zonas de menores recursos, evidenciando una clara disparidad en la distribución de las áreas verdes de la ciudad. Esta situación ilustra una división marcada en los estándares de vida urbanos y la calidad de vida entre diferentes sectores de la población.

La Ciudad de México enfrenta desafíos significativos en relación con sus áreas verdes.

A pesar de que la cobertura arbolada supera apenas el 30% de su extensión total y que el área verde promedio por habitante es de solo 5.4 m2 —muy por debajo de los 9 a 16 m2 recomendados por la Organización Mundial de la Salud—, existe una marcada disparidad en la distribución y accesibilidad de estos espacios. Esta desigualdad impacta desproporcionadamente a los residentes según su estatus socioeconómico, con las áreas más afluentes disfrutando de parques más numerosos y mejor mantenidos, mientras que las zonas con menos recursos enfrentan una notable escasez de espacios verdes accesibles, un elemento esencial para la calidad de vida urbana. (Flores, 2019)

Esta situación se refleja en un estudio realizado por Flores-Xolocotzi (2019), que muestra cómo la calidad de vida relacionada con los espacios verdes varía significativamente entre diferentes delegaciones de la Ciudad de México.

Según este estudio, habitantes de delegaciones como Coyoacán, Magdalena Contreras y Miguel Hidalgo reportan una mayor calidad de vida en comparación con Milpa Alta. Por el contrario, en delegaciones como Iztacalco y Cuauhtémoc, la calidad de vida percibida es inferior.

Además, un estudio de Cohen (2013) revela que los parques en áreas de alta pobreza tienden a presentar más grafiti y basura en sus alrededores, y a estar rodeados de edificios en peores condiciones que en barrios más acomodados. Este fenómeno puede explicarse sociológicamente por la consideración de los parques como un "bien superior", cuya demanda aumenta en áreas de mayor ingreso.

Paralelamente, la reestructuración económica de la ciudad, centrada en la integración global y el crecimiento del sector de servicios, ha generado disparidades socio espaciales, desigualdades de ingresos y un aumento en el sector informal. Las políticas neoliberales implementadas desde los años 80 han llevado a una fragmentación urbana, segregación y privatización. El gobierno ha facilitado inversiones en bienes raíces y programas de renovación urbana, lo que ha desencadenado un auge en el mercado inmobiliario y procesos de gentrificación. A pesar de los esfuerzos por centrarse en cuestiones sociales y el compromiso con el derecho a la ciudad desde 2006, las acciones gubernamentales en el manejo del espacio urbano han tendido a favorecer intereses privados, resultando en una ciudad más exclusiva. (Núñez, 2020)

La revitalización urbana en la ciudad ha tendido a enfocarse en espacios de consumo orientados a las clases media y alta, a menudo descuidando los espacios comunitarios esenciales como la vivienda social. Ejemplos de esto incluyen el desarrollo de áreas comerciales y residenciales de lujo que reemplazan barrios de interés social, alterando el tejido urbano y social de la ciudad. Además, la urbanización acelerada ha priorizado la infraestructura vehicular sobre los espacios verdes y públicos, llevando a un ecosistema urbano frágil donde estos espacios se deterioran y se desconectan de las dinámicas urbanas generales. La falta de satisfacción general entre los usuarios de los parques debido a su pequeño tamaño, falta de infraestructura, mantenimiento, seguridad y vigilancia es un reflejo de esta tendencia. (Núñez, 2020)

Participación ciudadana

El papel de las comunidades en el desarrollo de parques públicos y la formulación de políticas relacionadas es un aspecto fundamental que no debe subestimarse. Es esencial promover procesos de planificación urbana que sean inclusivos y democráticos, en los que la participación y efectiva de la comunidad en la toma de decisiones sea una prioridad. Esta participación ciudadana no solo enriquece el proceso de diseño y gestión de los parques, sino que también garantiza que estos espacios reflejen las necesidades y preferencias de los residentes locales.

A menudo, las comunidades pueden priorizar otras necesidades básicas por encima de la asignación de recursos para el mantenimiento de áreas verdes. Sin embargo, es crucial reconocer que los espacios verdes aportan mucho más que solo beneficios recreativos; contribuyen de manera significativa a la salud, el bienestar y la cohesión social de las comunidades. La falta de esfuerzos ciudadanos organizados puede limitar considerablemente el impacto y la eficacia de las políticas urbanas. (Flores, 2019)

Cuando existen organizaciones comunitarias, no siempre sus motivaciones son en beneficio del interés común. En ocasiones, pueden estar impulsadas principalmente por intereses privados. Un claro ejemplo de esto es el movimiento 'Not In My Back Yard' (NIMBY), especialmente notable en ciudades como San Francisco y Londres. Los NIMBYs son grupos de residentes locales que se oponen a ciertos desarrollos en su vecindario, a menudo proyectos que consideran perjudiciales para su calidad de vida o el valor de sus propiedades. Si bien este activismo puede parecer una defensa de sus intereses comunitarios, a menudo resulta en la prevención de desarrollos necesarios para el bienestar más amplio de la ciudad, como viviendas asequibles, instalaciones para personas sin hogar o infraestructuras verdes.

Este fenómeno es un ejemplo de cómo las comunidades pueden defender intereses que, aunque beneficiosos para ellos a corto plazo, pueden ser contraproducentes para los intereses más amplios y a largo plazo de la ciudad en su conjunto. En el contexto de los espacios verdes, esto podría traducirse en la oposición a nuevos parques o mejoras en los existentes si los residentes creen que esto podría aumentar la afluencia de personas de fuera del barrio o cambiar de alguna manera el carácter de su comunidad. Esta actitud puede llevar a una distribución desigual de espacios verdes y a una falta de acceso para aquellos en comunidades menos privilegiadas, exacerbando las desigualdades urbanas.

Es crucial fomentar un enfoque más equitativo y representativo en la planificación de parques. Esto implica asegurar que los procesos sean inclusivos y que se tomen en cuenta especialmente las demandas de grupos sociales vulnerables. Según Flores (2019), la participación ciudadana es una estrategia clave para abordar los retos urbanos complejos. Los parques deben ser diseñados con un enfoque en la accesibilidad y la equidad, ofreciendo oportunidades de recreación y esparcimiento para todos los sectores de la sociedad, incluyendo aquellos que históricamente han sido marginados o desatendidos en la planificación urbana.

Además, es importante que las comunidades sean educadas sobre el valor intrínseco de los espacios verdes y cómo estos contribuyen a mejorar la calidad de vida en las ciudades. La sensibilización sobre temas como la sostenibilidad ambiental, la biodiversidad y los beneficios para la salud mental y física puede aumentar el interés y el compromiso de la comunidad en la preservación y mejora de los parques públicos. En última instancia, los parques deben verse como activos comunitarios valiosos, cuya gestión y cuidado son responsabilidad compartida entre el gobierno y los ciudadanos.

Conclusión

En conclusión, los parques públicos de la Ciudad de México, más que simples espacios de recreación, son verdaderos microcosmos que reflejan la evolución socio histórica de una de las metrópolis más grandes y dinámicas del mundo. A lo largo de este ensayo, hemos explorado cómo estos espacios han sido moldeados y, a su vez, han moldeado la realidad urbana, social y política de la ciudad, desde la era prehispánica hasta la contemporaneidad.

Los parques han evolucionado desde ser meros lugares de ocio aristocrático hasta convertirse en centros vitales de educación ambiental, cohesión social y bienestar público. Esta evolución refleja una mayor comprensión y apreciación de los beneficios que estos espacios verdes ofrecen, no solo en términos de belleza y recreación, sino también como impulsores esenciales de la calidad de vida urbana. Sin embargo, esta transformación no ha sido uniforme ni exenta de conflictos y desigualdades. La distribución y calidad de los parques en la Ciudad de México revelan una clara división socioeconómica, donde los intereses de ciertos grupos han prevalecido sobre las necesidades colectivas, evidenciando una lucha constante en la definición del espacio urbano.

La perspectiva sociológica nos permite entender estos espacios no solo en términos de su existencia física, sino como entidades dinámicas que reflejan las complejidades de la vida urbana. Los parques públicos son escenarios donde se entrecruzan diversas narrativas: desde políticas urbanas y movimientos ciudadanos hasta la cotidianidad de los habitantes que buscan un respiro del asfalto. El análisis de estos espacios como entidades vividas, percibidas y concebidas, al estilo de Lefebvre, nos ofrece una comprensión más profunda de cómo los parques públicos se han convertido en símbolos de la cultura, la historia y los cambios socioeconómicos de la Ciudad de México.

Este trabajo subraya la importancia de abordar el desarrollo y la gestión de los parques públicos no solo como una cuestión de planificación urbana, sino como una faceta integral del tejido social.

Los parques deben ser entendidos y valorados como espacios fundamentales para el bienestar, la inclusión y la sustentabilidad en la urbe. En el futuro, el desafío residirá en garantizar que estos espacios sirvan a las necesidades de todos los ciudadanos de manera equitativa, reflejando una ciudad que evoluciona y se adapta, sin perder de vista la equidad y la justicia social.

La participación ciudadana emergente y las políticas inclusivas se presentan como esperanzas para un futuro más equitativo y sostenible de los espacios urbanos. Los esfuerzos por democratizar la planificación y el mantenimiento de los parques y áreas verdes son cruciales para garantizar que todos los habitantes de la Ciudad de México, independientemente de su estatus socioeconómico, puedan disfrutar de los beneficios que estos ofrecen. Este enfoque no solo mejorará la calidad de los parques verdes, sino que también enriquecerá la vida urbana en su conjunto, fortaleciendo el vínculo entre la naturaleza, la comunidad y el espacio urbano.

En última instancia, los parques públicos de la Ciudad de México son un microcosmos de la ciudad misma: complejos, históricamente ricos y en constante evolución. Son espacios donde la naturaleza se encuentra con la cultura, donde el pasado se entrelaza con el presente y donde los desafíos urbanos pueden encontrar soluciones innovadoras y sostenibles. Al entender y valorar estos espacios no solo como lugares físicos sino como entidades dinámicas que forman parte integral de la vida urbana, podemos comenzar a apreciar plenamente su importancia y trabajar hacia su preservación y mejora para las futuras generaciones.


Referencias

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