El amor como problema sociologico


“It is a truth universally acknowledged, that a single man in possession of a good fortune must be in want of a wife. However little known the feelings or views of such a man may be on his first entering a neighbourhood, this truth is so well fixed in the minds of the surrounding families, that he is considered as the rightful property of some one or other of their daughters” (Austen)

Así comienza Orgullo y Prejuicio. Una de las novelas románticas más populares en la historia. Desde sus primeras líneas nos expone a la percepción de la sociedad de su época respecto al amor y al matrimonio. Al leerla en 2024, no puedo evitar sentir la distancia de estas palabras contra la realidad en la que vivimos hoy en día. Como si el amor descrito por Austen, fuera cada vez menos parecido a nuestra vida moderna ¿Por que? ¿Que ha cambiado en el amor y en nuestra forma de verlo?

Jane Austen escribió su libro en una Inglaterra con estructuras de clase rígidas y poca movilidad social, donde casarse era percibido como un movimiento estratégico en búsqueda de estabilidad financiera y un mejor estatus social. Sin embargo, el rol de la mujer estaba principalmente atado a la esfera domestica, y su acceso a educación o empleo se encontraban restringidos a comparación del hombre.

La narrativa de Austen trasciende su contexto histórico. El desarrollo de la relación entre Elizabeth Bennett y el Sr Darcy hacia una interacción basada en el respeto mutuo y el afecto es una critica de la tradición del matrimonio como mera obligación social y financiera, y propone que el amor puede ser más que eso.

Nos hemos vuelto mas individualistas. Más solitarios. El automóvil, nuestras lindas viviendas suburbanas, las redes sociales digitales y la incremental dificultad de interactuar con otras personas, ha transformado radicalmente la manera en que construimos relaciones en el siglo 21. Este amor construido a partir del respeto mutuo y el afecto, no es único de la relación entre Elizabeth y Mr. Darcy. Es un cambio total de las expectativas de nuestra sociedad. Es una evolución de las relaciones amorosas que ha sido observada por Anthony Giddens.

Giddens observa que en la modernidad hay cambios en las expectativas de la interacción amorosa heterosexual, se desarrolla un amor romántico en el que ya no se elige a la pareja por reglas familiares, tradicionales o económicas, sino por sus cualidades personales. (Giddens, 1992)

El amor romántico, es un fenómeno de la modernidad. Que representa la individualidad que podemos desarrollar desde que dejamos de pensar en la familia como la unidad esencial en la sociedad. Ahora, escoger una pareja, es similar a hacer la compra en el supermercado. No compramos los mismos productos que todos, ni en las mismas cantidades. Escogemos analizando lo que se alinea con nuestras necesidades, lo que nos gusta comer, lo que se encuentra dentro de nuestra zona de comfort para preparar y es saludable para nosotros (aunque este último paso no siempre es igual en las relaciones de pareja). (Giddens, 1992)

Pero este no es el amor que transforma al siglo 21, y del que Jane Austen habla. Sino del "amor confluente". Este amor, se basa en la participación igualitaria de ambos sexos, en una relación pura, que existe por si misma y solo es mantenida mientras ambos individuos sean felices. Es una relación de comunicación emocional, en la que hay igualdad sexual y emocional (Giddens, 1992).

El grito de "es que no se si me ama" que de antaño se escuchaba en las azoteas de las vecindades mientras las mujeres les confesaban a sus amigas sus decepciones amorosas fue reemplazada por el "si no me amas, no podemos estar juntos" y el "dime que me amas." Y por si fuera poco, estas conversaciones en la azotea también han ido desapareciendo. Como si por fin ser escuchada por el hombre, le diera a la mujer tanta tranquilidad y seguridad que ya ni siquiera quiere congregarse con sus amigas.

Esta transformación se hace posible gracias a multiples cambios en las formas de vida de las personas a causa de la modernización y la globalización (Giddens, 1992). La familia y las tradiciones religiosas pierden influencia como árbitros de la sexualidad a medida que las personas buscan su propia individualidad, con la meta de tener un continuo desarrollo personal. El aumento del poder de la ciencia sobre la intimidad reduce la inseguridad de tener relaciones sexuales antes del matrimonio. Y la desfeminización del amor, le entrega las riendas de las relaciones al individuo y crea la expectativa de que el hombre participe activamente en la relación (Giddens, 1992).

La pareja se vuelve un proceso de construcción de la identidad y del estilo de vida, cimentados por la confianza, la individualidad y la libre elección en nuestras vidas. Este nuevo tipo de parejas, a menudo resulta en relaciones más igualitarias, felices y con mayor autonomía (Tenorio Tovar, 2012). Pero al mismo tiempo, se llenan de una naturaleza contingente, en el que el miedo al compromiso genera inseguridad, lo que resulta en niveles más altos de ansiedad y adicción. En esta era de libertad sin precedentes nos encontramos con un conflicto: valoramos el compromiso y la seguridad de una relación duradera, pero anhelamos la libertad de cambiar de rumbo y salir de esa relación si es necesario.

También observamos una evolución en el tipo de personas que forman parejas. El declive de la presión social ha abierto las puertas a relaciones antes impensables, como las uniones del mismo sexo y las interraciales. Estos cambios, aunque sutiles, reflejan una progresiva erosión de los tabúes que rodean a las relaciones no convencionales. Los estudios revelan que los jóvenes adultos de minorías sexuales están más dispuestos a explorar relaciones con personas de diferentes razas o en situaciones económicas menos estables que sus contrapartes heterosexuales, desafiando así las tradiciones establecidas. Los individuos tienen más libertad, y por lo tanto se sienten con el poder de tomar decisiones menos tradicionales (Hull, 2010).

A pesar de la existencia del amor confluente, aun se percibe la presencia del amor tradicional o del romántico. Por ejemplo, en un estudio, Ann Swidler descubrió que las personas, al hablar de amor y relaciones, oscilan entre dos visiones contradictorias de la intimidad. Por un lado, reconocen que el amor y las relaciones requieren trabajo arduo para mantenerse, y por el otro reconocen que la permanencia de las relaciones debería ser dada por hecho, incluso en matrimonios fuertes (Hull, 2010). Este discurso refleja lo que Giddens llama amor confluente, pero también recurre a elementos del amor romántico, como la creencia en un amor eterno capaz de superar cualquier obstáculo.

Swidler sugiere que esta dualidad surge porque, mientras la visión pragmática se alinea con su experiencia cotidiana del amor, el mito del amor romántico corresponde con elementos fundamentales del matrimonio como institución y de las ideas trasmitidas por generaciones anteriores y los medios de comunicación (Hull, 2010). A pesar de la aparición de un nuevo modelo de intimidad, el matrimonio como institución social mantiene la relevancia cultural del modelo romántico. Esta persistencia es sorprendente, ya que contradice la idea de una transformación total de la intimidad y sugiere que el matrimonio aún retiene su influencia en las relaciones modernas.

En la "modernidad tardía", caracterizada por el dinamismo del cambio social, como indica Giddens, la globalización introduce y facilita el acceso a nuevos patrones y modelos culturales. (Giddens, 1995: 28) Este cambio acelerado se aplica a toda interacción y práctica social, adquiriendo la misma naturaleza rápida y multicultural que caracteriza otros sectores de la vida en un mundo globalizado. Por lo tanto, es común observar a personas sosteniendo ambas visiones del amor en la mente.

Hoy, las relaciones amorosas, se encuentran inmersas en un contexto social y cultural distinto, que involucra cambios en las actitudes individuales y en la percepción social colectiva. A pesar de la gran apertura social para elegir lo que queremos, no podemos olvidar que toda elección está definida por la situación material y social real del sujeto, cuya influencia es cada vez es más relevante.

El surgimiento de una red de incels (célibes involuntarios) que luchan por encontrar una pareja, sumergidos en la soledad y la adicción al contenido digital para adultos, es un producto del desafío constante que representa encontrar pareja en un mundo cada vez más globalizado y digitalizado, donde la interacción física se ve opacada por la interacción digital.

Carol Smart, y Beccy Shipman critican la teoría de Giddens sobre una transformación radical de la intimidad en el mundo moderno por ignora este aspecto (Hull, 2010). Argumentan que Giddens falla al no priorizar la diversidad de valores culturales y prácticas que existen en el mundo occidental.

Para comprender verdaderamente el amor en la modernidad, se necesita entender todo lo que rodea al individuo, incluyendo su capacidad para interactuar emocionalmente y el acceso a diferentes tipos de capital. El hecho de que Giddens no contemple estos factores también le impide explicar otros fenómenos en las relaciones amorosas, como la inequidad de género, especialmente en las tareas del hogar, donde incluso en parejas heterosexuales 'aparentemente igualitarias', se observa una disparidad constante en la distribución del trabajo que se inclina desproporcionadamente hacia la mujer (Hull, 2010).

Conclusión

El concepto del amor en nuestra era moderna se encuentra en una constante evolución. Influenciado por la globalización y la reducción de las normas y presiones sociales tradicionales. Esta transformación refleja un complejo entrelazado de libertad individual y cambio cultural, donde las antiguas convenciones dan paso a nuevas formas de relación y expresión amorosa.

La globalización ha expandido los horizontes del amor, permitiendo que surjan y sean aceptadas formas de relación antes consideradas atípicas, como las uniones del mismo sexo y las interraciales. Esto simboliza una apertura social significativa, donde la elección individual y la diversidad de relaciones son más valoradas y respetadas que nunca. Sin embargo, esta libertad de elección viene acompañada de sus propios desafíos, como la incertidumbre y la ansiedad que a menudo acompañan a la ausencia de estructuras y normas claras.

Además, la modernidad ha traído consigo una dualidad en la percepción del amor. Por un lado, se observa un alejamiento de la visión romántica tradicional del amor, donde la permanencia y el compromiso incondicional eran las piedras angulares. Por otro, persiste una añoranza por esos mismos ideales románticos, evidenciando que, a pesar de los cambios sociales y culturales, el deseo de un amor duradero y significativo sigue siendo un pilar central en la vida de muchas personas.

Este cambio en la concepción del amor también se refleja en la aparición de fenómenos como el de los 'incels', un grupo que simboliza la complejidad y, a veces, la disfunción de las relaciones en la era digital y globalizada. Estas nuevas realidades desafían las teorías existentes sobre el amor y la intimidad, sugiriendo que la comprensión del amor en la modernidad requiere un enfoque holístico que tenga en cuenta no solo las emociones y las experiencias individuales, sino también el contexto social, cultural y económico más amplio.

En última instancia, nuestro entendimiento del amor en la era moderna es un reflejo de la interacción entre la autonomía individual y las tradiciones culturales en evolución. Mientras navegamos por este paisaje cambiante, se hace evidente que el amor sigue siendo un elemento esencial y complejo de la experiencia humana, uno que continúa adaptándose y floreciendo en formas nuevas y a menudo inesperadas. En este mundo globalizado, donde las fronteras se difuminan y las normas se redefinen, el amor emerge como un faro de esperanza y conexión, un vínculo universal que, a pesar de los desafíos, sigue uniendo a las personas en su búsqueda compartida de felicidad y significado.


Referencias

  • Andrade, A. G. (2015). El amor como problema sociológico. Acta Sociológica, 66, 35–60. https://doi.org/10.1016/j.acso.2015.05.002
  • Giddens, A. (1992). The transformation of intimacy: Sexuality, love, and eroticism in modern societies. Stanford University - Press.
  • Hull, K. E., Meier, A., & Ortyl, T. (2010). The Changing Landscape of Love and Marriage. Contexts (Berkeley, Calif.), 9(2), 32–37. https://doi.org/10.1525/ctx.2010.9.2.32
  • Austen, Jane. Orgullo y prejuicio.
  • Ruiseñor, E. S. G. (n.d.). Intimidad y modernidad. Precisiones conceptuales y su pertinencia para el caso de México.
  • Tenorio Tovar, N. (2012). Repensando el amor y la sexualidad: Una mirada desde la segunda modernidad. Sociológica (México), 27(76), 07–52.